Los tiempos van cambiando, y la sociedad y sus costumbres lo hacen con ellos. Últimamente, y especialmente a través de los medios de comunicación, nos hacemos eco de la desigualdad que en pleno siglo XXI sigue existiendo entre hombres y mujeres. Pero dicha desigualdad no aparece de repente entre los adultos, ni siquiera es más prevalente en el ámbito laboral como parece ser, sino que germina en el mismo momento en que nacemos.
Durante toda la infancia, nuestros padres y/o cuidadores nos van a ir facilitando una serie de medios en los que poder desarrollarnos como personas y poder crecer acorde a nuestra sociedad. Esto último es muy importante porque según en que parte del planeta nazca uno, gozará de unas u otras oportunidades (e incluso de ninguna de ellas en el caso de millones de mujeres).
En nuestro país, y aun con los grandes avances conseguidos en la lucha por la desigualdad de género en los últimos años, se sigue teniendo una orientación hacia lo masculino frente a lo femenino. Solo nos tenemos que dar cuenta de la gran presencia de hombres en los distintos ámbitos de la sociedad. Podemos hablar hoy en día de los mejores jugadores del mundo de fútbol, de presidentes del gobierno, directivos de grandes firmas o empresas, etc., y en contraposición nos encontramos con concursos de belleza, pasarelas de moda, etc. donde la mujer goza de mas relevancia por su figura que por sus capacidades o aptitudes.
Pero todos formamos parte de este problema. Aunque no lo parezca, no se tiende a educar, a rasgos generales, de las misma manera a un hijo que a una hija. Incluso mucho antes de que nazcan ya estamos diferenciando el género del bebé en el color de la habitación o el mobiliario de esta. Los colores que escogemos para vestirles, los juguetes que les regalamos, y ¡los que no les regalamos!, hacen que tendamos a encasillar en uno u otro lado al menor. Los temores de muchos padres se sustentan en la falsa creencia de que el jugar con muñecas o a cocinitas es algo exclusivo de las niñas, limitándoles el juego a los niños por temor a que se feminicen… ¡Qué gran tontería! Al igual que muchas niñas no tienen prejuicios a la hora de jugar con coches o a fútbol con sus amigos, ¿qué creen que ocurriría si un niño decidiera jugar a muñecas con otras niñas?. Ya les adelanto yo las respuestas: desarrollaríamos en el menor una mayor capacidad de empatía hacia los demás, les dotaríamos de mayores destrezas sociales y emocionales a la hora de interactuar con otros niños, aprenderían a cuidar de los demás y a ser responsables, y en definitiva, una mejora en la capacidad creativa y comunicativa del niño.
Basta con seguir unas breves recomendaciones para no caer en el error de diferenciar por género:
- Asumir responsabilidades en las tareas domesticas por igual
- Intentar que los juguetes no se conviertan exclusivos para un determinado sexo
- No emplear entre los mas pequeños un lenguaje sexista en los que reflejar los tópicos infundados de la sociedad
- Educar en igualdad de oportunidades y valores, eliminando las diferencias por sexo
- Elegir películas, series, libros, etc, donde aparezcan como figura principal tanto el sexo masculino como el femenino
- Que la educación de los menores no recaiga exclusivamente en uno de los progenitores, sirviendo de ejemplo los padres de un reparto igualitario en las labores domesticas y familiares.
Construir un futuro es responsabilidad de todos, donde hombres y mujeres gocen de los mismos derechos. Y para esto es necesario que se parta de una educación y puesta de valores igualitaria, donde los menores se puedan desarrollar sin príncipes que salven a doncellas, ni damas que necesiten a un valiente caballero, y en los que se fomente en las niñas las misma oportunidades que al resto sin prejuicios ni etiquetas de género.