El miedo es una de las emociones mas básicas y universales que tenemos desde que nacemos. Nos ayuda a sobrevivir como especie, nos pone en alerta ante amenazas que nos puedan causar un daño, y evita situaciones peligrosas, convirtiéndose en un pilar fundamental en el desarrollo de la persona desde su niñez. Aunque en las ultimas décadas muchas de esas amenazas han ido desapareciendo, se sigue educando desde el miedo.

Es en los primeros años de vida, hasta los cinco aproximadamente, donde los niños cuentan con una mayor plasticidad neuronal, en la que los adultos participaremos en la futura personalidad del niño.  Dicho de otro modo, es en estos primeros años de vida donde se van a forjar, entre otras cosas, sus miedos.

Podríamos clasificarlos en racionales e irracionales, siendo los primeros aquellos que nos van a ayudar a nuestra supervivencia como especie, y que contienen un carácter evolutivo. En este grupo incluiríamos el miedo mas primitivo de todos, el miedo a la muerte. Es importante que desde pequeño aprenda a diferenciar dichos miedos, reales y de utilidad, que nos ayudan en la vida adulta a superarnos y mejoran nuestras capacidades, de aquellos que no lo son, los irracionales, que no solo entorpecen nuestro día a día, sino que anulan las capacidades potenciales del individuo, postergando muchas de las decisiones o proyectos personales por el miedo a fracasar, entre otros. Dichos miedos pueden generar a medio/largo plazo otro tipo de patologías, siendo las mas comunes las fobias, donde una de las vías de generación la encontraríamos en la trasmisión errónea o sesgada, de padres a hijos, acerca de situaciones de la vida cotidiana, como la fobia a los animales.

No es valiente el que no tiene miedo, sino el que sabe conquistarlo 

-Nelson Mandela-

Es por esto que desde pequeños debemos de crear un sano vinculo con el menor, dándole protección y seguridad, pero sin descuidar la parte mas natural de todo niño, sus ganas de conocer y explorar el entorno. Sus vivencias le servirán de aprendizaje  para crear un personalidad fuerte y positiva que le lleven a una vida futura plena y satisfactoria. Es importante que se les eduque en la superación de esas pequeñas dificultades que les puedan ir surgiendo en su vida diaria, tanto en el ámbito familiar como en otros lugares, en los que aprendan a confiar en si mismos y logren salir por si solos de cualquier acontecimiento, siempre dentro de sus posibilidades, que les ocurra. Una caída con la bici, una rabieta con otro niño, etc.

Para ello, los adultos deberíamos seguir una serie de consejos:

1. Apoya a tus hijos en sus decisiones

2. Enseñales que equivocarse no es malo, ya que sirve para aprender de los errores

3. Acepta sus emociones, sin juzgarlas

4. Celebra sus logros, siempre desde un plano emocional, haciéndole saber lo orgulloso/a que te sientes de ellos

5. Muestrales tu propia autoestima, porque en sus primeros años de vida son los padres los modelos a seguir del niño/a.