Llegamos al mundo sin pedir permiso, y nos marchamos de él casi de la misma manera, aunque no siempre de la forma mas deseada. En los últimos años ha ido creciendo el numero de casos de fallecimientos debido a suicidios, siendo estos la primera causa de muerte no natural de España. Las cifras en el 2017 son alarmantes, cerca los 3700 fallecidos en España por esta causa de muerte, muy superior a la de los accidentes de trafico, que se cifran estos últimos en torno a los 2000 fallecidos. Dichos datos solo reflejan parte del grave problema de salud que constituye la conducta suicida para nuestra sociedad, quedando sin cuantificar ni los intentos no consumados de suicidio ni las conductas autolesivas.

¿Pero qué es lo que le hace a una persona quitarse la vida de manera voluntaria? Aunque son muchas las preguntas a esta problemática, la respuesta pasa en la mayoría de los casos por un problema de salud mental (depresión, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno límite de la personalidad, etc), aunque en otras ocasiones pasa por una decisión personal y meditada la de querer poner fin a la vida de una manera digna y sin sufrimiento, como la eutanasia.

La muerte es el deseo de algunos, el alivio de otros, y el fin de todos. Martin Luther King

Históricamente el suicidio se ha asociado a actos de cobardía, como una solución rápida a la incapacidad de afrontar los problemas, o como ocurría en según que culturas, al honor de algún miembro de la familia. Bien es conocido por todos  la muerte de Cleopatra a manos de un áspid o la del carismático actor Robin Williams que decidió quitarse la vida ahorcándose en su propio dormitorio. Aunque afortunadamente, dicha problemática ha ido evolucionando hasta convertirse actualmente en uno de los problemas de salud mental mas preocupantes de la sociedad y referente en su estudio en distintos campos, principalmente el psicológico.

Dentro de esta gran problemática que supone para la población, cabría destacar la prevención del suicidio como una herramienta eficaz para disminuir de manera significativa las cifras de muertes expuestas anteriormente, destacando como medidas preventivas a seguir:

  • Identificar a la población de riesgo, destacando como variables el sexo (es la población masculina la que presenta mayor tasa de suicidio consumado), la edad (siendo de mayor riesgo los jóvenes de entre 15 a 34 años y las personas mayores de 65 años), trastornos mentales asociados (depresión, esquizofrenia, trastorno obsesivo compulsivo, etc), y factores sociales (divorcio, desempleo, profesión, etc) entre otros.
  • Sensibilizar a la población en general, desmitificando el acto suicida y realizando actuaciones dirigidas a visibilizar el suicidio como problema de interés general.
  • Formación a profesionales, principalmente aquellos relacionados con el ámbito de la salud (servicios de urgencias, atención primaria, trabajadores sociales, etc) y de los cuerpos de seguridad.
  • Apoyo a personas que sobreviven a un intento de suicidio y a sus familiares. 

Aun con todo, queda mucho trabajo por hacer desde las instituciones y desde la sociedad en general, empezando por desmitificar los falsos mitos ligados al acto suicida e intentando eliminar el tabú que supone todavía para nuestra sociedad todo tema relacionado con la muerte, haciendo visible el sufrimiento personal asociado a la persona con ideación y/o conducta suicida.

Para todo esto es necesario comprender que es lo que hace a una persona quitarse la vida de forma voluntaria, siendo una tarea nada fácil para los profesionales de la salud, y aun menos para una sociedad cada vez mas individualista y centrada en sus propios logros personales, sin tener en cuenta el bienestar emocional de las personas que les rodean ni comprender el sufrimiento de aquellas que intentan, o en el peor de los casos, logran quitarse la vida.

Jesús Padilla. Psicólogo A-02266