Si alguien nos preguntase cual seria el momento mas importante de nuestras vidas, posiblemente todos contestáramos que el nacimiento de un hijo, el día de nuestra boda, o quizás, el ascenso deseado en nuestro trabajo. Algo normal, ya que la vida nos ofrece multitud de situaciones que nos hacen disfrutar de las cosas buenas que esta nos da. Pero es por ello, dentro de ese sesgo de invulnerabilidad que en cierta medida todos solemos tener, y que nos lleva a pensar que la desgracia y los infortunios de la vida nunca caerán sobre nosotros, donde dejamos en un segundo plano uno de los momentos mas cruciales de nuestras vidas, la muerte.
Desde los primeros enterramientos humanos, en los comienzos de la evolución humana, hasta la actualidad, la muerte ha sido considerada por todas las civilizaciones como la etapa mas importante de nuestras vidas, y en la que, de forma ritual desde nuestros ancestros, hasta las formas mas simples de despedida, el humano ha necesitado de esos rituales funerarios para poder adaptarse al vacío que deja la perdida del ser querido. Es en estos momentos donde se hace mas evidente la necesidad humana de contacto, y donde cobran sentido las distintas fases del duelo.
El dolor sólo es soportable si sabemos que terminará, no si negamos que exista. Viktor E. Frankl
Es a finales de los años 60 del pasado siglo, donde la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross, define como cinco las etapas por las que todas las personas pasamos tras el fallecimiento de un ser querido, y que son necesarias para una correcta elaboración del duelo:
- Etapa de negación, es frecuente en un primer momento rechazar y negar la realidad, como mecanismo de defensa para evitar el sufrimiento inicial.
- Etapa de ira, este proceso puede ir dirigido tanto al fallecido como a cualquier otro miembro, incluyendo a uno mismo, donde la ira se convierte en el elemento principal de esta etapa.
- Etapa de negociación, como su nombre indica, la persona fantasea la manera de revertir la situación negociando con entidades divinas o sobrenaturales.
- Etapa de depresión, donde se comienza a aceptar la perdida como algo real e inevitable, generándose sensaciones como dolor, vacío, miedo, etc.
- Etapa de aceptación, cuando finalmente la persona acepta la perdida, comenzando una nueva vida sin la presencia de la persona fallecida.
¿Pero que ocurre si tras el fallecimiento de un ser querido, no se nos permite realizar todo el largo y laborioso proceso de despedida? La actualidad mundial, con el incipiente virus COVID19, nos deja lamentablemente en algunas ocasiones, la supresión de todos los ritos funerarios, reduciendo a un numero muy reducido la presencia de familiares en el sepelio, y en algunos de los casos, llevándose a cabo mucho tiempo después del fallecimiento de la persona, evitando que se elabore de una forma natural las fases del duelo descritas anteriormente. Como resultado de todo esto, nos encontramos a personas que no han podido tener un ultimo contacto con la persona moribunda, sin haber recibido las muestras de cariño y condolencias por parte de la familia y amigos, y sin poder dar sepultura al fallecido arropados tanto física como emocionalmente por los mas cercanos a la familia, ampliando el dolor por el fallecimiento y llegando incluso a ocasionar traumas si no se gestiona de la forma adecuada el duelo.
Para poder hacer mas llevadero dicho proceso desde la distancia, es importante que las personas dispongan de una serie de recursos para que puedan hacer frente a dicha situación:
- Reconocer los sentimientos, siendo frecuente emociones como la tristeza, la ira, el temor o la culpa, dándose permiso a tener esas sensaciones de forma natural
- Despedirse desde la lejanía, existiendo muchas formas de hacerlo, siendo una practica habitual la realización de una carta manuscrita, en la que queden reflejadas todas aquellas cosas que hubiéramos deseado decírselas en vida o en sus ultimas horas
- Evitar el aislamiento social, compartiendo los sentimientos generados por la muerte tanto con familiares como con amigos
- Reducir los niveles de ansiedad generados por la situación, empleando técnicas como la relajación o las respiraciones diafragmáticas, muy útiles estas al tratarse de un método rápido y eficaz para controlar la ansiedad generada.
- Programar una despedida en el momento en el que sea posible, donde podamos despedirnos tanto física como emocionalmente del fallecido.
Las circunstancias actuales deberían de servirnos para valorar lo frágil que pueden llegar a ser nuestras vidas, encerradas estas en un espacio y un tiempo, que lejos de permanecer imperecederas como las epopeyas de Homero, sucumbirán al trascurso de los meses y los años, haciendo nuestra aquella frase celebre del poeta romano Horacio, Carpe diem, quam minimum credula postero, Aprovecha el día, no confíes en el mañana.
Jesus Padilla. Psicólogo A-02266